17 febrero, 2012

Referencias para Taura: Solomon Kane

El pasado miércoles por la noche, Cuatro tuvo a bien emitir en prime time la película Solomon Kane. Dirigida por Michael J. Bassett y protagonizada por James Purefoy (quien, no olvidemos, es bastante freak y gusta de este tipo de proyectos), el film nos muestra la caída y posterior resurgir del capitán Kane, personaje nacido de la atribulada y ultracreativa mente de Robert E. Howard,

Afiche de la película.
La lluvia es una constante en el film.
Ambientada en el siglo XVI, en plena colonización británica del Nuevo Mundo (o al menos eso nos dan a entender a mitad de film), nos encontramos con un escenario por necesidad ecléctico, a veces ostentoso y exótico, otras mugriento y triste. Sarracenos, cruzados, sacerdotes, campesinos, primeros colonos... hay lugar para todos, la época lo exige. Këllon es un lugar parecido a éste.

Se nos presenta a Kane atacando un castillo sarraceno, con intenciones más ruines que santas (ya sabes, "arrasa con lo que veas..."), y en él se topa con un enviado del Diablo, que reclama su alma tras años de excesos y libertinaje. Siendo justos es la mejor parte de la película. Kane escapa por los pelos del asunto y, tras verle las orejas al lobo, decide ocultarse en un monasterio y cubrir su cuerpo de runas y demás símbolos de protección que, espera, le oculten del Diablo. Promete no volver a luchar en su vida, pues, cualquier acto impuro llamaría la atención del mal.

Al pobre deciden echarlo del monasterio (no me hagáis mucho caso en este dato) y comienza a vagar por caminos y vericuetos. Encuentra una familia de nuevos colonos de camino a las américas, se encariña, mueren unos y secuestran a otros, Kane despierta de su sopor pacifista y comienza la masacre. Varias peleas después con enemigos de distinta índole y creciente espectacularidad y alguna que otra revelación, termina la película. No hay mucho más que contar. Solomon Kane termina el día decidiendo seguir su peregrinaje, y si encuentra algún mal durante éste, erradicarlo a base de acero y plomo. 

Al igual que ocurre con El Pacto de los Lobos, Solomon Kane es un film que, perfectamente hubiese podido transcurrir en las tierras de Këllon. Quizás carece de ese punto decimonónico y hasta BarryLindoniano del film de Christophe Gans, pero guarda ciertas semejanzas con nuestro universo que pueden ser de utilidad en vuestras partidas.

Antagonistas.
El leatherface del medievo. Más tarde se descubre
la relación con Kane. Nada se deja al azar.

Kane tiene dos principales antagonistas: el hechicero Malachi y su heraldo, el caballero enmascarado. Identidades aparte, es una combinación que nunca falla. El hechicero pone la magia y el caballero el músculo, y si se trata de un nigromante y un reanimado, como es este caso, mucho mejor. Total obediencia y recambios fáciles de encontrar.

Los malditos.

La principal arma del hechicero es el mal, traducido en una especie de enfermedad / virus / esencia que transmite su caballero. Ni que decir tiene que esto apesta a la Sombra a kilómetros. Reanima un guerrero, trae su alma desde el éter y que ésta vuelva corrupta. Ahora haz que tu paladín transmita ese "regalito" por doquier, creando un ejército de rufianes con los atributos extra que pueden darle niveles bajos o medios de corrupción. Risas mil.

La traca final.

Un hechicero debe tener un plan B. Un as en la manga. En el caso de Malachi, guardaba un portal al infierno, de donde podía, en caso extremo y no sin ciertas condiciones, sacarse un demonio gigante de la manga (en este punto la película ya ha perdido cualquier sentido, creedme). Como en Taura no tenemos Infierno per se, podemos optar por acceder al Éter o, a un lugar que considero mucho más interesante, al Intersticio. A saber lo que guardan por allí los Daemorans, después de eras y eras de experimentos. A saber...

Anda Solomon, pégale un tiro a ESO.